Mi nombre es Lao

Moverte por Laos es toda una aventura en sí misma, el transporte es lento, las carreteras terrestres no siempre están en buen estado y, en algunos casos, ni existen, y la única forma de llegar a algunos pueblos es a través de carreteras fluviales. Este es el caso de Muang Ngoi, mi siguiente destino en el país de las mariposas, al que llegué después de un “viaje” de cinco horas por el río en  dos barcazas de madera diferentes (con un tramo intermedio en minivan para evitar una presa china en medio del río). Durante el trayecto hicimos varias paradas para recoger y dejar a gente local o mercancías varias, para llevar a un grupito de niñ@s a la escuela o simplemente para achicar el agua que se había colado en la barca y que ya mojaba nuestros pies.

La llegada al muelle flotante de Muang Ngoi me pareció épica y la imagen del pueblo con sus casas de madera con vistas al río, los niños nadando cerca y las enormes montañas a su alrededor me dejaron impresionada. Esa era la imagen que venía a mi cabeza cuando pensaba en el viaje al sudestes asiático y se había hecho realidad. Mi alojamiento no podía ser mejor, habitación con balcón y hamaca con vistas al río Nam Ou, el mismo que me había traído hasta aquí. Muang Ngoi es tan pequeño que se recorre en un momento y en su calle principal tienes todo lo necesario, y en mi caso, justo al final de la calle, también encontré la tienda-taller de telas de Dam, donde, por casualidad entré a preguntar por algun lugar donde pudiera darme un masaje. Ella, con una gran sonrisa, me acompañó a una casa de la misma calle donde recibí un gran masaje laosiano y una invitación para ir al día siguiente a su “farm” a vivir en primera persona el trabajo en los campos de arroz, donde pude compartir tradiciones locales como beber sangre de pato macerada o el ritual de agradecimiento por una buena cosecha.

Ese instante cambió por completo los planes del viaje, pues haría que me quedara en Muang Ngoi algunos días más de lo previsto y que la casa y la tienda de Dam se convirtieran en mi segunda casa durante esos días en los que, además de compartir un día de campo con familia y amigos, también cenamos un par de días en su casa con su marido y sus tres hijos e incluso fuimos al mercado local semanal, donde compré los ingredientes necesarios para preparar a la familia una cena a base de tortilla de patatas y de espinacas que cociné como pude en un fuego en el suelo y con sartén tipo wok…toda una odisea! 

Mis días en Muang Ngoi pasaron entre excursiones varias por los alrededores compartiendo con algunos amigos que conocí en el barco y los momentos en casa de Dam o en la tienda-taller donde, al descubrir que también cortaba el pelo, me decidí a proponerle que me cortara las puntas y que me pusiera la henna en mi cabello, que ya tocaba! Fue explicarle los beneficios del tinte natural originario de Egipto, que le faltó tiempo para probarla también, acabando las dos haciendo una sesión de peluquería con masaje en la cabeza incluido!

Y llegó el día de seguir con mi viaje por Laos, aunque Dam quería que me quedara… Vino por la mañana a despedirme en el pequeño puerto y nos abrazamos con la promesa de volver a vernos, con un “I’ll come back” que sentí muy verdadero pues Laos ya tenía un lugar en mi corazón, y en ese momento supe que volvería al lugar donde me rebautizaron de nuevo con el nombre de Lao.

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