Malasia y su magia

Mi nuevo destino me recibía con una bebida de bienvenida en el mismo aeropuerto de Kuala Lumpur y un masaje de pies a las puertas de mi hostel en pleno centro de la ciudad, un augurio de todo lo que el país me regalaría después. Aunque no soy amante de las grandes ciudades, KL se me hizo agradable de recorrer, con su red de transporte puntual y económico, me llevó a descubrir sus famosas torres gemelas (y el parque que las rodea, un oasis natural que disfruté de dia y de noche), sus antiguos barrios de casitas de madera entre edificios gigantes y su multiculturalidad, pues en el país conviven la comunidad china, la hindú y la musulmana de forma armoniosa, haciéndote viajar a otras culturas sin coger ni un solo avión!

Dos días después llegó Inma, con su abrazo reconfortante, mensajes que llegan al corazón y los mejores manjares de mi tierra! Salimos de KL rápidamente rumbo norte en un bus super cómodo que nos llevaría a las verdes Cameron Highlands, donde alquilamos a la «rogeta», una scooter con la que recorrimos las plantaciones de té de la zona, un paisaje nuevo para mi que me sorprendió por su belleza. Los alrededores del pueblo los recorrimos a pie descubriendo varias cascadas guiadas por un perro local que nos acompañó todo el trayecto.

Seguimos ruta hacia el interior, hacia la que sería la mayor aventura juntas, recorrer el Taman Negara, una de las selvas más antiguas del planeta. Llegar a Kuala Tanah, el pueblito que es puerta de entrada al parque nacional no fue fácil… varios minibuses y una lancha de madera nos llevaron hasta allí. La guesthouse que nos acogió era perfecta, una casa grande de madera pintada de colores con habitaciones con balconcito donde coincidimos con otras dos chicas que formarían parte de nuestra expedición a la selva y con quien enseguida hicimos amistad.

Y mochila a la espalda, con el equipaje mínimo, el agua y la comida para dos días y los calcetines por encima de los pantalones, iniciamos el trekking por la selva cruzando ríos, puentes de bambú y caminos llenos de barro, durmiendo en una enorme cueva junto a un fuego donde secamos nuestras botas y compartiendo charlas y risas. Allí tuve mi primer encuentro con otras amigas que desconocía hasta el momento, las sanguijuelas, que fueron el animal más temido de la aventura, mucho más que el supuesto tigre que habita el Taman Negara y del que tan solo podimos oler su rastro… o tal vez fuera el olor a tigre que desprendíamos nosotros?!

Los últimos días junto a Inma los pasamos en la costa este, en un pequeño pueblito de playa llamado Cherating, donde disfrutamos de la playa, de buena comida local, de un paseo en kayac por el manglar y de una noche llena de magia con luciérnagas volando a nuestro alrededor, tan mágica como los días compartidos junto a una buena amiga que estuvo presente en uno de los momentos más importantes del viaje en cuanto a gestión y toma de decisiones clave y con la que sentí que se fortalecían los lazos de amistad durante y después de esa experiencia. En KL nuestros caminos se separaron y seguí la ruta, esta vez, rumbo sur y con buenas noticias que pronto llegarían…

 

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