Un mundo mágico entre montañas

Estrenaba el nuevo año 2024 justo en el centro de Java, en la meseta volcánica de Dieng Plateau, un lugar en el que cumplí 4 meses de vidaje rodeada de terrazas de hortalizas tan o más bellas que las de arroz en Bali. La temporada de lluvias justo empezaba y se hacía notar cada tarde, así que las mañanas eran el mejor  momento para explorar una zona de pequeños templos, mezquitas coloridas, volcanes cubiertos de vegetación y de niebla, lagos y cráteres humeantes. Las tardes en Dieng eran para descansar, leer y escribir estas líneas.

Llegar a Dieng no fue fácil ni rápido pero tuve la ayuda de un ángel que me acompañó hasta mi destino (terima kasih July), una chica que trabajaba como enfermera justo al lado del hostel en el que me alojaba, en el centro mismo del pueblo, donde el personal joven y atento se  sorprendía de que llegara hasta allí una estrangera que se movía en bicicleta por la zona.

Allí pude compartir con otros huéspedes locales llegados desde Yakarta que visitaban la zona durante sus vacaciones, ya que Dieng es un destino de montaña para los que viven en las caóticas ciudades de la isla, un lugar donde practicar senderismo, acampar y hacer rutas en moto. Para mi, un paraiso entre montañas donde hacer rutas a pie, empaparme de la vida local… y de la lluvia!

Me quedé allí más de lo previsto, hasta la noche de reyes según mi calendario,  y regresé a la ciudad unos días después, concretamente a Solo, la ciudad del batik que visité en un solo día, pues su caos contrastaba demasiado con la paz de las montañas así que decidí buscar un lugar más rural y tranquilo… y lo encontré, Gumeng, un pueblito a los pies de un pequeño templo hinduista donde, según me contaron, era también la primera estrangera que  se alojaba en la guesthouse que encontré de forma intuitiva vía Agoda. 

Cuando no llovía, salía a recorrer los caminos que rodeaban el pueblo atravesando plantaciones de patatas y berenjenas con la melodía de la mezquita de fondo llamando a la oración, algo que ya había incorporado como la b.s.o del viaje por Java. Paseando sin rumbo cierto por las empinadas calles de Gumeng,  acabé en casa de una agradable familia compartiendo risas, comida y curiosidad mútua.    

Las mañanas soleadas alquilaba un mototaxi y me acercaba a los pequeños templos de la zona, menos visitados que otros de la isla, y que para mi son mundos mágicos escondidos entre montañas, donde se siente la espiritualidad a flor de piel. Son lugares con un entorno natural hermoso y centro de encuentro de la comunidad, donde alzan sus rezos y realizan sus rituales sagrados…

Y llegó la hora de volver. Me fui de Gumeng montada en la moto de la chica de la guesthouse, que quiso acompañarme a la terminal de bus, donde, emocionada, recibí un regalo… una pulsera que habia hecho especialmente para mi agradecida por haber estado en su casa. La gente de Java no dejaba de sorprenderme.

Mi recorrido por Indonesia llegaba ya a su fin… y el visado también!  Asi que me dirigí de nuevo al este de la isla, al pequeño aeropuerto de Surabaya, para volar a un nuevo destino, a un nuevo país y a una nueva aventura viajera junto a una amiga que ya volaba desde Barcelona para reunirse conmigo en KL.

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