Seguía mi viaje por el cinturón de fuego pasando en ferry de la isla de los dioses a la isla de los volcanes, dos islas de Indonesia tan cercanas y tan diferentes.
Java, como isla de mayoría musulmana que es, me recibía con la llamada al rezo desde los altavoces a todo volumen de la mezquita de Ketapang, la ciudad portuaria donde desembarqué procedente de Bali.
La aventura empezó nada más llegar a mi hostel, pues esa misma noche ya me enrolé en el grupo que subía al volcań Ijén de madrugada para ver salir el sol desde lo alto del cràter después de bajar a las profundidades de la tierra y alucinar con la lava azul y con la fila de turistas que cual rebaño hacíamos el mismo camino!
Ketapang no parecía ser mucho más que la base para hacer la obligatoriamente guiada excursión al volcán (como tantas otras en Indonesia), pero callejeando por las calles paralelas a la principal descubrí un barrio tranquilo de gente amable que me sonreía al pasar y acabé sentada en plena calle charlando con una mujer que me invitó a café en su casa, y donde más tarde acabaríamos compartiendo conversación y unas pizzas caseras junto a mis amigas Júlia i Helena, con quien habíamos unido nuestros caminos, esta vez por unos días.
Al día siguiente partimos juntas en un tren destino a Probolingo, donde compartimos habitación en un hostel con jardín bien situado para ir a nuestro destino común, el volcán Bromo. Ellas en moto, y yo en una camioneta compartida con otra viajera francesa con demasiado mal humor, llegamos a los pies del volcán para vivir uno de los momentos más increíbles del viaje.
En plena noche, con los frontales iluminando el camino de tierra volcánica, guiadas por nuestra intuición y atraídas por la energía del volcán, avanzábamos hacia el cráter poco a poco y en silencio. Enseguida oímos un leve rugir de la tierra y sentimos cierto olor a azufre… estábamos solas y el sol empezaba a salir por el horizonte cuando, tras subir unas escaleras de piedra empinadas, llegamos a la cima del cràter y fuimos conscientes del lugar increíble donde nos encontrábamos, en el cràter de un volcán activo que rugía con un sonido constante y expulsaba una columna de humo blanco. Jamás había sentido la energía de la Tierra tan fuerte, me emocioné y sentí el poder de la madre tierra bajo mis pies inundando todo mi ser. Amaneció allí arriba y fue hermoso. Volvimos impactadas y compartimos la vivencia de cada una mientras tomábamos un buen desayuno que nos devolvió a la realidad. Regresamos a Probolingo felices y volvimos a separar nuestra ruta por unos días pero con una fecha y un lugar de reencuentro muy especial… ya os contaré!
En plenas vacaciones escolares en Java, se hizo difícil avanzar en tren (uno de los transportes que más me gustan) pues el turismo local era bien intenso y no quedaban plazas. En la estación de buses local conseguí asiento en un bus rumbo a Malang, a medio camino de Yogyakarta. Malang, ciudad colonial de curiosos mercados, me sorprendió por su historia y por las personas con las que compartí, tanto en el free tour, como en la cena con concierto callejero junto a una chica local de mi de hostel… acabé bailando con el grupo musical en plena calle ante la mirada cómplice y divertida del público!
Ya se acercaban las fechas navideñas y Yogyakarta fue la ciudad elegida para pasar mis primeras navidades lejos de casa y de mi familia, aunque ya os digo que no estaría sola…







