Salí de Luang Prabang rumbo sur desde la flamante estación de tren construida por los chinos, una nueva oportunidad de disfrutar de una de mis pasiones… viajar en tren! El destino era la capital de Laos, Vientiane, pero solo por un día, para poder sacar el visado a Camboya y así evitar “sorpresas” en la frontera. Llegué ya tarde a un hostel de esos en los que sabes que solo te vas a quedar una noche, porque todo es cutre y no te sientes a gusto…tu barriga te habla todo el rato ¿lo sabías? y si le haces caso, te sacará de cualquier lugar que no se sienta seguro para ti, escúchala! Yo lo hice y me cambié de hostel a la mañana siguiente a uno con piscina a tan solo cinco minutos a pie.
Mi día en Vientiane pasó entre visitas a la Embajada con una bici estropeada (se salía la cámara continuamente y tuvimos que volver en tuk-tuk… la bici y yo) y la interesante visita a un centro local que ayuda a personas afectadas por los UXO (munición sin explotar de la guerra de Vietnam), un tema muy presente en Laos que me llegó hondo y que salvó la parada en la capital, una ciudad sin mucho que ofrecer.
Con el visado a Camboya estampado en mi pasaporte, seguí la ruta hacia el sur de Laos en un bus que me llevaría a la ciudad de Thakhek, donde la visita a varias cuevas en moto era el principal motivo para recorrerla… en mi caso, cambié la moto por un tuk-tuk y recorrí las cuevas más cercanas y pude hacer una ruta en kayak por el río por una zona que me llevó a rincones mágicos entre grandes árboles y que disfruté como una niña en un parque acuático!
Un nuevo viaje en bus salió de la terminal de autobuses de Thakhek cuatro horas más tarde de lo previsto, lo cual me regaló un bonito tiempo compartido con la dueña del hostel donde me hospedé, que tenía una interesante historia de vida y con la que también miramos una peli haciendo tiempo hasta la salida de mi autobús. El trayecto, compartido “literalmente” con una chica australiana (en la misma litera para dos que tenía el bus) fue largo y un tanto accidentado cuando empezó a salir humo del conducto del aire acondicionado que estaba encima de nuestras cabezas y a “grito pelao” de “stop, stop, fire!!” hicimos parar el autobús para arreglarlo. Aventura total!
Llegamos a Pakse después de ya no recuerdo ni cuantas horas, pero muchas, y de nuevo en tuk-tuk llegué a mi bonito hostel en el centro de la ciudad. Los días que estuve en Pakse se celebraba el “Awk Phansa” (el final de la cuaresma budista de 3 meses) y pude ver varias actividades relacionadas con este evento junto con otros compañeros de hostel que venían de Tailandia. En esa zona también es muy famoso un loop en moto por la Meseta de Bolaven, pero como no fue posible conseguir un “easy rider” para mi, de nuevo el tuk-tuk se convirtió en mi alternativa de transporte por los alrededores, visitando varias cascadas impresionantes, un templo de origen jemer previo a Angkor Wat que me sorprendió por su energía y por su belleza y un enorme buda en lo alto de la colina con vistas a la ciudad.
Aquí también pasé por la “pelu” para hacerme unas trenzas africanas que me hacían mucha ilusión y también tuve uno de los episodios incómodos del viaje con un hombre, concretamente el conductor de mi tuk-tuk que pareció confundir, y mucho, una sonrisa y la amabilidad con la seducción… un mal rato que me incomodó y que más tarde mi cuerpo somatizaría…suerte que ahí aparecieron mis ángeles del viaje… pero ¡eso ya es otra historia!






