La ruta hacia el norte me llevó a Hué, ciudad imperial, donde puse a prueba mi mood viajero de no hacer y ver lo que se supone que tienes que hacer y ver en cada lugar y me dejé llevar por lo que realmente le apetecía a mi niña, al fin y al cabo es mi viaje y lo moldeo a mi manera!
Bajo el lema «I’m ecological» (por no decir cada vez que no sé conducir una moto «ahora») alquilé una buena bici para recorrer la ciudad y algunos lugares más alejados y un tanto frikis la verdad… Mi niña pedía jugar en bici e ir al parque acuático!! El paseo en bici me llevó por la orilla del río del perfume hasta una pagoda pasando por la famosa ciudadela imperial, de la que pasé «olímpicamente» al parecerme demasiado grande y tediosa de visitar (además de tener una entrada realmente cara para los estándares de aqui) y solo la rodeé tranquilamente observando la vida real de la ciudad a su alrededor, como las clases de educación física de los niños en el parque, los juegos callejeros y el bullicio de las tiendas, realmente Vietnam en sí mismo es como un gran mercado, todo son tiendas y gente comprando, en muchos casos, sin bajarse de sus motos… Mirando el mapa, decidí visitar una de las tropecientas tumbas de emperadores que hay en la ciudad, la que me pareció más asequible para llegar en bici y a la vez la más zen para pasear por sus jardines y hacer un picnic.
Y el top fue llegar hasta un parque acuático abandonado donde pude disfrutar como una niña haciendo una de las cosas que más me gusta, recorrer lugares abandonados y sentir e imaginar cómo debían ser cuando estaban habitados, incluso puedo imaginar los sonidos! muy friki, lo sé, pero fue mucho más divertido el tobogán con forma de dragón que mil tumbas y ciudadelas!
Y en Hué pude decir adiós a tanta ciudad y adentrarme en el Vietnam de los parques naturales, el impresionante norte y sus paisajes de encanto. Phong Nha fue mi primer destino, pequeño pueblo al lado del Con River, donde disfruté del ritmo tranquilo, de los paseos en bici, en moto y en barca para visitar sus rincones y famosas cuevas y compartir con la familia del An An Homestay, un lugar acogedor donde relajarse y comer de maravilla!
Y el segundo destino, Ninh Binh, al que llegué de madrugada en un sleeping bus (no acabo de entender aún porqué le llaman «sleeping» si casi no puedes dormir y a menudo llegas a horas intempestivas y no puedes ni ahorrarte la noche de hostel…) así que tuve que esperar sentada delante de la puerta un par de horas a que abriera el homestay, suerte que una vecina me vió y empezó a llamar a la dueña a «grito pelao» diciéndole que tenía una huésped ahí fuera, qué maja! Hospedarte en un homestay, para mi es lo mejor que puedes hacer en Vietnam, pues estás en una casa con una familia local, viviendo y compartiendo su día a día y puedes incluso ser testigo de acontecimientos familiares como la pedida de mano de una de las hijas, que es lo que me pasó aquí en Ninh Binh!
De nuevo en un bus, puse rumbo a mi primera isla del viaje… ¡Te lo cuento en el siguiente post!



